El otro día perdí mi teléfono móvil, ¡que sofoco me entró!, menos mal que tenía guardada una copia de la tarjeta de memoria con todos los teléfonos de mis contactos y que a su vez tenía guardados en mi agenda de mano por si acaso ocurría lo que al fin pasó. Pero ese no fue el único problema con el que me encontré, resulta que iba a estar todo el día ilocalizable, al mismo tiempo que no podría llamar a nadie, ¡eso me puso de los nervios!.
Parece mentira pero ya no recuerdo como era mi vida antes de comprarme el primer teléfono móvil, ¿cómo podía subsistir sin el?
El teléfono móvil (que ya no es tan sólo un teléfono), se ha convertido en una parte más de mi cuerpo, o si no ¿cuántas felicitaciones de Navidad hubiera enviado este año?, es otro medio de comunicación equivalente a las cartas, telegramas, postales, etc.
Pero si me pongo a pensar…. ¿y la satisfacción de ir a comprar esas felicitaciones que tanto nos gusta, o pensar que le escribes a tu amigo del alma para felicitarlo y que le llegue al corazón?, ¿y recibirlas para después decorar el árbol o la chimenea y que todos envidien la cantidad de gente que se acuerda de ti?.
Hemos caído en un torbellino sin sentido de silencios perjudiciales para la salud. No me refiero a ese silencio que de vez en cuando necesitas para meditar y poner en orden tus ideas, me refiero al silencio entre amigos, familias, que en vez de acudir a casa del hermano a felicitarle las navidades y tomar un anís, se conforma con el conocido SMS: “Feliz Navidad y próspero Año Nuevo, junto a tus familiares”, pero ¡si su familia eres tú!. O cuando tienes un amigo enfermo y en vez de ir a acompañarle de vez en cuando, como todavía tiene sus manitas en buen estado, decides que es mejor y más cómodo chatear por Internet. Escribir una carta a alguien querido se ha convertido en algo obsoleto, ¡qué equivocación!
No nos damos cuenta de que nuestros sentidos externos necesitan regenerarse emocionalmente. Ese amigo enfermo, seguro que mejoraría si te tuviera junto a él paliando su soledad, cogiendo sus manos, abrazando sus hombros mientras quedito le das esperanzas de alivio. Y no digamos de esa hermana que recibe una carta desde lejos, escrita con amor y llena de borrones provocados por las lágrimas de quién se la envió. Gracias a ella, tendrá un trozo de papel que guardar cerca del corazón y leer cada vez que necesite el calor de lo que allí se escribió.
Los abrazos, los besos, rozarse las manos, mirarse a los ojos o atesorar palabras de amor escritas por los demás, son medicamentos para la salud física y mental del ser humano, y no deberíamos sustituirlos (en la medida en que podamos evitarlo), por una máquina llena de números o letras.
Escrito por: Carmen F.S.
Imágenes: extraidas de Internet