sábado, 28 de agosto de 2010

MORIR PARA RENACER / RELATOS





Muros desiguales que entorpecen mi paso, escalones raídos que no me dejan subir las escaleras, cristales opacos que no me dejan ver el sol.
La siempre eterna duda de lo correcto y lo incorrecto, el deber o la satisfacción.
Vivir mi vida o morir la vida de los demás.
Todo es una congoja que me encoje el alma, que mantiene prisionera mi mente.
No oigo, no veo, callo, única salida para la amargura del desdén.
Luz, déjate ver para poder ver una senda en mi camino, lleno de piedras que me hacen tropezar.
A cambio, mi soledad buscada, que no deseada, martillos que rompan muros, y cristales transparentes que dejen ver el claror del día.


Escrito por: Carmen F.S. 
Imagen extraida de internet

lunes, 23 de agosto de 2010

LA CASA DE LA CALLE FONTANA/RELATOS




 





Un portón grande de madera noble daba paso a un enrejado negro de cuidada artesanía que entre sus garabatos me hacía imaginar mil y un laberintos.


Daba igual a la hora que entráramos, si era de día, el techo del zaguán forrado de cristaleras de colores, proporcionaban a la estancia bonitos tonos dorados que avisaban de la llegada de la primavera. 
Los muebles que la decoraban formaban un remolino de estilos diferentes que no por eso restaban buen gusto a sus inquilinas. El suelo, de mármol blanco reluciente daba muestras de amas exigentes en su cuidado, las paredes forradas de azulejos copados de dibujos geométricos en tonos azules y las distintas macetas de geranios rojos, jazmines y hierbabuena, el alegre toque de patio andaluz. Tanta variedad de colores me hacían desear esa visita que casi todas las semanas hacíamos mi tía y yo a casa de las hermanas de su difunto marido. Cuando íbamos de tarde y el sol había dejado paso a la luna, las estrellas se reflejaban en los platos de metal dorado que colgaban de la pared.


Las dueñas de la casa, tres “cuñadas” muy amables nos hacían sentar en un sofá algo descolorido por el paso del tiempo, pero que no había perdido su incomodidad, y ante una mesita de color caoba con tapa de cristal, nos servían un delicioso jerez para la tía y un pequeño vaso de “casera” para mí. Todo en su respectiva bandeja plateada sin una pizca de sombra opaca y sobre un tapete blanco con puntillas de encaje almidonado.
Las “cuñadas”, siempre de negro o morado al igual que mi tía, lucían trajes impecables aunque pasados de época, medias negras de seda y una sonrisa en sus rostros que nunca dejé de ver en todas las veces que aquellas señoras tuvieron a bien recibirnos.
Pero había algo en aquella casa y en aquellas sonrisas que hasta que fui mayor no pude reconocer y que la admiración de niña no me dejó percibir, la tristeza.
Mientras que yo me dedicaba a saborear mi vaso de casera y a imaginar cuentos de palacio, viendo tanta maravilla junta dentro de una casa, mis siete añitos no me dejaban ver cómo mi tía y sus cuñadas al mismo tiempo que hablaban dejaban de vez en cuando verter una lágrima provocada por los recuerdos que afloraban, y cómo tras esas sonrisas que me dedicaban, sus ojos llenos de tragedia intentaban recorrer los días sin que esa tristeza saliera de aquel idílico lugar.

Así y todo, el buen carácter de las mujeres les permitía a veces bromear para conseguir distender un ambiente que dramáticos sucesos del pasado ya cargaban de por sí. Para no hacerme aburrida la estancia entre aquellas maravillosas paredes, las cuñadas y mi tía solían contarme anécdotas de sus “años jóvenes”, para mí eran momentos de gloria, disfrutaba al máximo escuchando esa historias y a ellas les servía para “curar” un poco sus almas. Las risas, sobre todo la mía, porque ellas eran unas señoritas y se reían para adentro, resonaban en aquel patio haciendo que el eco chocara contra la porcelana y el metal de la decoración, y entonces con un ligero ¡psss! llamaban mi atención para al momento hacerme volver a la compostura adecuada.
 
No me molestaban los intentos de las cuatro por reeducarme en los comportamientos de una verdadera señorita, y digo reeducarme porque creo que yo ya estaba muy bien educada por mis padres, pero consideraba que si algún día quería ser una “princesa” o una “condesa” debía aprender a ser toda una dama. Unos días eran los libros sobre la cabeza y la espalda recta, otros sentarse en la silla casi en el borde y con las piernas muy juntitas, otros la forma de coger los cubiertos, lo importante era que yo realmente creía que algún día sería como en los cuentos y que aparecería por allí algún conocido de las cuñadas acompañado por un pequeño príncipe y que concertarían nuestra boda para algunos años después.
 
Un día nos encontramos con que las cuñadas tenían otra visita, era una chica esbelta, de modales exquisitos y movimientos etéreos, tendría unos diecinueve años, al instante de conocerla comprendí que podía ser un gran rival para mis planes de emparentar con la realeza. Nos la presentaron como una sobrina afincada en Barcelona, y que estudiaba en una prestigiosa escuela para señoritas, estaba claro que si empezó como yo, le habían ido muy bien las enseñanzas de las cuñadas. Prometí que a partir de ese día ejecutaría paso a paso todas las normas que quisieran imponerme.

Las visitas a esa casa tuvieron otro interés para mí desde entonces, atravesaba ambas puertas imaginándome como la princesa que entra en casa de la reina madre para ser instruida en sus deberes futuros. El suelo de la casa pasó de ser reluciente a cristalino, las macetas de geranios y las pilastras convirtieron el bonito patio en un enorme jardín lleno de setos recortados y salpicados por islas de rosales de todas las variedades y, una gran fuente en el centro donde se erigía un delfín de mármol jaspeado. La salita de nuestras meriendas parecía un salón de té chino con confortables divanes y mullidos cojines salpicando la preciosa alfombra persa, traída desde aquél país por un importante mercader. El vaso de casera ahora sabía a licor de jazmín, que según mi cuento de hadas preferido era lo que tomaban las princesas, y desde ahora yo.



Ahora, mirando hacia atrás y trayendo esos bonitos recuerdos a mi memoria, comprendo el porqué cuando mi tía y “las cuñadas”, unas por la edad y otras por enfermedad fueron dejando este mundo, notaba como si un trozo de mi niñez se hiciera adulta de pronto y las princesas y los jardines dejaran de existir, se volatilizaran.

                                                             FIN

Escrito por: Carmen Franco (Club de Letras de la Uca y Revista Spéculum)
Fotos: extraidas de la web.

jueves, 19 de agosto de 2010

SOBREVIVIR


 








CAMBIO DE PODER 

Cuando pienso en la creación del hombre me siento pequeña. Sin embargo muchas personas con su prepotencia creen que el ser humano es el protagonista del mundo y que fue creado para gobernar el Universo y no para convivir con él.

¡Qué equivocados están! Si imaginamos una escala de fuerza, potencia y supervivencia, el hombre está muy por debajo de lo que algunos creen. Los verdaderos reyes son los elementos indomables de la Naturaleza, el viento, el agua, el fuego, son los que verdaderamente gobiernan nuestros destinos. Hasta hace unos siglos pedían la colaboración del hombre, pero al serles negada han decidido demostrarnos que somos unos seres ínfimos, débiles y de falsa moralidad, incluso por debajo de los animales irracionales que sí desde siempre han vivido en paz con la Naturaleza.
Inundaciones, terremotos, sequías tornados, maremotos, no son sino instrumentos de justicia para reclamar lo que nuestro planeta (una pieza más de todas las que forman el Universo), está perdiendo.
Hace muchos millones de años, el hombre cometió el error de creerse “ser dominante” del lugar que habitaba y el avance de sus conocimientos, no solo ha sido mal empleado, sino que hemos conseguido volverlo en nuestra contra.
¿De qué nos sirve el “poder económico” que lidera el mundo?, yo digo que de nada. Un tornado, la sequía, o una erupción volcánica, pueden acabar con la ciudad más rica.
Se puede decir que éramos como ése personaje de cuento Pinocho, inerte e inerme, que fuimos insuflados de vida para utilizarla de forma sensata y racional, pero que habiéndolo hecho mal, en cualquier momento puede aparecer un hada y quitarnos el don de vida que nos concedió y volver a ser simples astillas de madera.

Carmen F.S.

VIVIR




 V I V I R


Renacer, reconstruirme diariamente en todos los aspectos de mi existencia, como cuando de niños construíamos con bloques de madera y nunca salía la misma figura. Hacer vivir a los demás mis sueños, mis dramas, de forma que rían conmigo, lloren conmigo, es decir, vivan conmigo. Sentir yo las emociones ajenas y absorberlas en mi alma para volver a vivir de nuevo, renacida, reconstruida, plena de todos.

Carmen F.S.



sábado, 14 de agosto de 2010

Reflexiones











Hoy me desperté pensando...
miles de colores fulgurantes noche oscura,
alegría y tristeza entremezcladas
y me sentí cansada....

Cansada de las cosas que no pasan,
y de aquellas que suceden sin llamarlas...
De aquellas que buscamos inconcientes y
después decirnos el por qué buscarlas.

Hoy me desperté pensando...
claro, oscuro, apaisado mensaje de ese gris vivido...
sentimientos que nacen sin sentido
que no tienen razones,
que no tienen olvido.

De pronto...
decidí sentir y dejar de pensar tanto,
porque nada es por nada y termina siendo todo
como el mejor amigo, el gran amor perdido,
los abrazos de mi madre, la sonrisa de los niños,
la mejor flor que se marchita,
el beso apasionado en el pasado,
el jardín desmejorado del invierno,
y renacido en cada verano...
las peleas de chicos , mis hermanos,
los cuasi-amigos, conocidos...
que hoy están o ya se han ido...

Así es la vida, así el humano.
Vana imperfección que intenta
encontrar la perfección extraña
inalcanzable que no llega...

Tomé mi café, leí mi diario...
terminé de escribir...
y comencé mi itinerario.

Vivir la vida,
sentirla a cada paso
saborear el amor...
¡dejar de pensar tanto!


Anonimo



jueves, 12 de agosto de 2010

TAMBIÉN PODEMOS APRENDER A VIVIR

"La niña que calló al mundo"

http://evidasana.com/blog/la-nina-que-silencio-al-mundo-severn-susuki/

COMIENZO III

Comienzo, inicio, principio, nacimiento, creación, sinónimos de empezar algo nuevo, en mi caso "empezar a vivir".

Cada día debe ser el primero de una vida que se supone debe ser la buscada, la deseada, si nó es así, debes cambiarla, optar por otra actitud, u otra forma de vivir lo que realmente te haga sentirte bien. Es inútil creer que el conformismo con lo que tenemos, aunque nos haga infelices, hará que con el paso del tiempo surja por arte de magia el cambio y todo se volverá de color brillante. No es así, debemos luchar por todo aquello que creemos que nos hará felices, porque la felicidad está en uno mismo, si buscas en tu interior, reconoces lo que te gusta, tu sueño incumplido e intentas realmente que se haga realidad, tu vida cambiará y entonces podrás decir: La vida comienza hoy"


Carmen F.S.

domingo, 8 de agosto de 2010

ILUSIONES/ RELATOS

Todos los días camino del trabajo pasaba por el mismo callejón, y nunca la había visto.



En sus escaparates, todo tipo de regalos exóticos y atractivos por su originalidad hicieron que Carolina sintiera curiosidad. Aún tenía media hora antes que el energúmeno de su jefe empezara a pasear por la oficina escrutando quien se había atrevido a llegar tarde, y le faltaba por comprar el regalo para Mina. Ése parecía ser un buen lugar donde encontrar algo que le gustase para su amiga.
Mina era una persona algo excéntrica y costaba encontrar regalos apropiados para ella, pero tenía la sensación de que en ése lugar daría con algo fuera de lo común.
Al abrir la puerta, un tintineo de campanillas avisaba de la entrada de un visitante, Carolina desde la puerta observó todo lo que le rodeaba, cajas curiosas, figuras de salón espeluznantes, lámparas colgantes, libros enmohecidos y empolvados, sillas de dudosa estabilidad, nada que ver con lo que había visto en el escaparate, estaba claro que aquello era un reclamo y un engaño para que la gente entrase, así que cambió de opinión se dio la vuelta pero cuando su mano agarraba de nuevo el pomo de la puerta para salir, algo le llamó la atención.
En una esquina entre montañas de libros, una muñeca, de peluca rubia, un traje blanco inmaculado y almidonado y con cachetes sonrosados y limpios desentonaban entre todo aquel amasijo de tiestos que alguien con ganas de deshacerse de ellos había colocado allí. Al mismo tiempo una voz asmática y fatigada la sobresaltó:


- ¡Perdone señorita!, ¿necesita algo? -
¡Carolina estuvo a punto de tirar la muñeca que ya estaba entre sus manos!, pero reaccionó a tiempo y le preguntó al vendedor por el precio del juguete.
El dueño de la tienda era un hombre avejentado, de aspecto febril, lúgubre y vestía una casaca larga y negra muy de acuerdo con la decoración del negocio.

El precio que pedía por la muñeca pareció razonable a Carolina, y por curiosidad decidió preguntarle el porqué de que en la tienda, la muñeca fuera el único objeto limpio y digno de vender, el anciano le respondió que eso no era cierto sino que las personas solo ven lo superficial de las cosas pero que en su tienda todo el mundo encontraba lo que buscaba, y le propuso pensar en un regalo para una persona distinta a la que le había llevado allí.

Se estaba haciendo tarde y su jefe pasaría revista pronto y aquél señor lo único que pretendía era charlar, pero así y todo también por curiosidad decidió seguirle en lo que ella creía que era sólo una forma más del hombre para alargar el tiempo de compañía. Pensó en que se acercaba la Navidad y su madre también era una persona difícil de contentar y así se lo dijo al vendedor. En ese mismo instante una lámpara de las tantas que colgaban del techo cerca de la entrada comenzó a brillar, cristales de al menos seis colores la adornaban y conseguían reflejar el arco iris por todo el comercio.

 ¡Era imposible, la hubiera visto, la luz que emanaba era imposible de obviar!


No se lo pensó dos veces, compró la lámpara y decidió intentarlo de nuevo con un regalo para su padre, mientras lo pensaba, una ráfaga de aire abrió una de las ventanas que flanqueaban la estancia y de un libro viejo que reposaba sobre una mesita empezaron a revolotear sus páginas, el sonido del choque entre sus páginas, -¡¡¡plash, plash!!!- la hicieron volver su mirada, se acercó y su sorpresa fue mayor cuando al coger el libro entre sus manos leyó el título: “Partituras inéditas de J. Sebastián Bach”, ¡aquello ya era totalmente impensable, su padre, músico retirado, llevaba años buscando aquél libro de partituras!...

Cuando después de pagarlo todo se dirigió a la puerta de salida, el dueño de la tienda se le adelantó y le impidió la salida, -¿Qué ocurre? dijo Carolina,
-Ése no es el único precio que debes pagar por tu compra- le contestó el anciano.



El día de Navidad, Mirna y la madre y el padre de Carolina recibieron por correo sus originales y preciosos regalos con una tarjeta que decía en un tono algo irónico:

Feliz Navidad, estos regalos me costaron la misma vida encontrarlos. Firmado: Carolina.”

Al día siguiente el que paseara por aquél callejón sólo encontraría una pequeña taberna de índole dudosa.

FIN



 Escrito por Carmen Franco (Club de Letras de la UCA y revista Spéculum)
Fotos: extraidas de la web.







EL COMIENZO II




No muchas personas saben que existe de verdad ese dia cero en el que decides que vas a cambiar tu vida o por lo menos reformarla. Yo lo tuve, un día viendo un anuncio en el periódico pensé que había llegado el momento de intentar cumplir el sueño de toda mi vida. En la universidad comenzaba, y por iniciativa de un profesor y un compañero de vocación, un nuevo curso, "La Escuela de escritores", ese curso se convirtió en cinco más, que con la sucesión de los años pasó a llamarse después “Escuela de Creación Literaria" y ahora, es nuestro querido “CLUB DE LETRAS”.


Hemos creado una preciosa revista literaria llamada “Spéculum”, preciosa no por su formato, que sí es bonito, sino por su contenido. En ella escribimos nuestros relatos, artículos, poemas, ensayos, y cualquier texto de cualquier estilo literario todos aquellos que desde un principio apostamos por éste grupo de escritores (la mayoría inéditos), sin categoría social e intelectual definida. Entre nosotros existen, catedráticos, licenciados, amas de casa, profesores-as, lo único que tenemos en común es nuestro amor por la lectura, la escritura y en resumen, LA VIDA, reunidos desde un primer momento por el afán y el entusiasmo de un hombre que ha sabido inculcarnos que: “La vida empieza hoy, tenemos toda la vida por delante, y lo mejor de la vida nos queda por vivir” y que se llama Jose Antonio Hernández Guerrero.

Aquí y desde entonces he aprendido a canalizar esa imaginación, desbordada, que en un principio se plasmaba a lo tonto y a lo loco en papeles en blanco. Ahora ya no me importa que me lean, me gusta, porque escribo no para mi (como antes), sino para aquellos que en la lectura tienen una vía de escape hacia la imaginación, leen  la revista, algún artículo de algún periódico, o para los que algún día puedan llegar a leer mis libros, donde siempre habré dejado un trozo de mi vida.


  • Yo no busco un gran número de lectores, si no un cierto número de relectores”. Juan Goytisolo
  •  "La tarea del escritor es una aventura solitaria y con lleva todos los titubeos, incertidumbres y sorpresas propios de cualquier aventura emprendida con entusiasmo".
    Carmen Martín Gaite, escritora española. 
  • El placer de escribir es el mismo de leer, sublimado por unas gotas más de intimidad”. Stendhal
  • Escribir es como mostrar una huella digital del alma”. Mario Bellatin
  • No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo”. Oscar Wilde
  • Pueden impedirte ser un autor publicado, pero nadie puede impedirte ser un escritor, o incluso ser mejor escritor cada día. Todo lo que tienes que hacer para ser un escritor es escribir!”. Khaterine Neville 
  • Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y corrompido, escribe cosas dignas de leerse o haz cosas dignas de escribirse. Benjamín Franklin 
  • En nuestras correrías por los senderos de la palabra todos hemos tenido que atravesar los amplios desiertos del silencio. Pero no podemos olvidar que las semillas de las palabras fructifican cuando caen en la tierra del silencio y se cubren con la vegetación de la reflexión”. Jose Antonio Hernández Guerrero en su libro “El arte de no envejecer o el aprendizaje de la ancianidad”.

          Carmen F.C.

EL COMIENZO



De niña presumía de poseer una gran imaginación. Eso me ayudaba a la hora de las redacciones en el cole, o durante los juegos infantiles, pero en casa, casi desde que empecé a escribir correctamente, canalizaba esa imaginación y me inventaba cuentos. Aún conservo algunos. No podía imaginar entonces que esa imaginación y esos cuentos, iban a suponer el comienzo de un gran sueño, y que 40 años después se vería cumplido.

A medida que iban pasando los años lo que escribía cambiaba de forma y estilo, pero lo que nunca cambiaba era que llegar a ser algún día una gran escritora, seguía siendo un sueño, y con el pasar de esos años más irrealizable.


No creía que nunca, nadie, repararía en mis relatos o en mis cuentos, tampoco los consideraba dignos de leer por alguien más que no fuera yo, pero seguía escribiendo.


El amor pasó por mi vida como por la de tantas personas, eso me dió una nueva fuente de inspiración, buena mezcla: la adolescencia, el amor y la poesía. Diarios llenos de pasión, inconformismo, amistad, todo un cúmulo de sensaciones y sentimientos que me ayudaban a completar páginas en blanco de un pequeño libro, con una pequeña cerradura y una minúscula llave. Los diarios dieron paso a cuadernos donde quería ir dejando constancia de mi  aún corta vida. Luego me hice adulta y esos cuadernos empezaron a hacerse un poco grandes para mi, ya no podía escribir todo lo que me ocurría, todo lo que sentía, si alguien lo leía podía sentirse herido o incluso sentirme yo misma avergonzada. Me casé y tuve hijos, renové mis ganas de escribir, ahora podía contar mi experiencia como madre, investigaba con mi primer hijo, contaba cómo mi corazón se revolvía de angustia al oirlo llorar, o cómo saltaba de regocijo al escuchar su risa. 


Comencé a escribirle cuentos, al principio eran todos dedicados a ella, luego tuve que compartirlos con su hermana, fueron unos años variadamente literarios.


Pasaron bastantes años en los que apenas escribía, tuve que dejar mi sueño de escritora para dedicarme a mi pasión como madre y esposa, exactamente diecisiete, hasta que por ley de vida, mis hijas abandonaron el nido y comenzarón a formar el suyo propio. Entonces y teniendo como detonante un suceso trágico en mi vida, y aunque parezca una paradoja, fue cuando mi sueño comenzó a cumplirse.





Carmen F.S.