domingo, 8 de agosto de 2010

ILUSIONES/ RELATOS

Todos los días camino del trabajo pasaba por el mismo callejón, y nunca la había visto.



En sus escaparates, todo tipo de regalos exóticos y atractivos por su originalidad hicieron que Carolina sintiera curiosidad. Aún tenía media hora antes que el energúmeno de su jefe empezara a pasear por la oficina escrutando quien se había atrevido a llegar tarde, y le faltaba por comprar el regalo para Mina. Ése parecía ser un buen lugar donde encontrar algo que le gustase para su amiga.
Mina era una persona algo excéntrica y costaba encontrar regalos apropiados para ella, pero tenía la sensación de que en ése lugar daría con algo fuera de lo común.
Al abrir la puerta, un tintineo de campanillas avisaba de la entrada de un visitante, Carolina desde la puerta observó todo lo que le rodeaba, cajas curiosas, figuras de salón espeluznantes, lámparas colgantes, libros enmohecidos y empolvados, sillas de dudosa estabilidad, nada que ver con lo que había visto en el escaparate, estaba claro que aquello era un reclamo y un engaño para que la gente entrase, así que cambió de opinión se dio la vuelta pero cuando su mano agarraba de nuevo el pomo de la puerta para salir, algo le llamó la atención.
En una esquina entre montañas de libros, una muñeca, de peluca rubia, un traje blanco inmaculado y almidonado y con cachetes sonrosados y limpios desentonaban entre todo aquel amasijo de tiestos que alguien con ganas de deshacerse de ellos había colocado allí. Al mismo tiempo una voz asmática y fatigada la sobresaltó:


- ¡Perdone señorita!, ¿necesita algo? -
¡Carolina estuvo a punto de tirar la muñeca que ya estaba entre sus manos!, pero reaccionó a tiempo y le preguntó al vendedor por el precio del juguete.
El dueño de la tienda era un hombre avejentado, de aspecto febril, lúgubre y vestía una casaca larga y negra muy de acuerdo con la decoración del negocio.

El precio que pedía por la muñeca pareció razonable a Carolina, y por curiosidad decidió preguntarle el porqué de que en la tienda, la muñeca fuera el único objeto limpio y digno de vender, el anciano le respondió que eso no era cierto sino que las personas solo ven lo superficial de las cosas pero que en su tienda todo el mundo encontraba lo que buscaba, y le propuso pensar en un regalo para una persona distinta a la que le había llevado allí.

Se estaba haciendo tarde y su jefe pasaría revista pronto y aquél señor lo único que pretendía era charlar, pero así y todo también por curiosidad decidió seguirle en lo que ella creía que era sólo una forma más del hombre para alargar el tiempo de compañía. Pensó en que se acercaba la Navidad y su madre también era una persona difícil de contentar y así se lo dijo al vendedor. En ese mismo instante una lámpara de las tantas que colgaban del techo cerca de la entrada comenzó a brillar, cristales de al menos seis colores la adornaban y conseguían reflejar el arco iris por todo el comercio.

 ¡Era imposible, la hubiera visto, la luz que emanaba era imposible de obviar!


No se lo pensó dos veces, compró la lámpara y decidió intentarlo de nuevo con un regalo para su padre, mientras lo pensaba, una ráfaga de aire abrió una de las ventanas que flanqueaban la estancia y de un libro viejo que reposaba sobre una mesita empezaron a revolotear sus páginas, el sonido del choque entre sus páginas, -¡¡¡plash, plash!!!- la hicieron volver su mirada, se acercó y su sorpresa fue mayor cuando al coger el libro entre sus manos leyó el título: “Partituras inéditas de J. Sebastián Bach”, ¡aquello ya era totalmente impensable, su padre, músico retirado, llevaba años buscando aquél libro de partituras!...

Cuando después de pagarlo todo se dirigió a la puerta de salida, el dueño de la tienda se le adelantó y le impidió la salida, -¿Qué ocurre? dijo Carolina,
-Ése no es el único precio que debes pagar por tu compra- le contestó el anciano.



El día de Navidad, Mirna y la madre y el padre de Carolina recibieron por correo sus originales y preciosos regalos con una tarjeta que decía en un tono algo irónico:

Feliz Navidad, estos regalos me costaron la misma vida encontrarlos. Firmado: Carolina.”

Al día siguiente el que paseara por aquél callejón sólo encontraría una pequeña taberna de índole dudosa.

FIN



 Escrito por Carmen Franco (Club de Letras de la UCA y revista Spéculum)
Fotos: extraidas de la web.







3 comentarios:

  1. MARITA dijo...
    Muy bueno Carmen....me encanto...
    Me dio ganas de mas jajaa....
    Sos una genia....no soy un buen critico en este tema....pero solo valoro aquello que me toque el corazon.....y lo hizo...¡¡¡buenisiimo!!!

    8 de agosto de 2010 13:08

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  2. Mamen Calvo dijo...
    Muy bueno Carmen!!!!

    Enhorabuena,un relato corto pero intrigante al máximo.Me ha gustado mucho y espero ver más relatos tuyos por aquí.

    Un beso,

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  3. Carmen,
    éste relato sabes que es especial para mi, sólo quiero dejar constancia en este nuevo blog, de que me encanta, es intrigante desde principio a fin y de gran calidad.
    Un besazo mi escritora preferida
    pury

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