Niñez
encontrada entre olas, caracolas y arena blanca. Amigos paseando por
las rocas que bordean el faro, que se levanta alto y esbelto entre
pequeñas casas blanqueadas cada primavera. Amaneceres junto a los
corrales en la subida de la marea, para ver la entrada de barcas
rebosantes de pesca.
Juventud
recostada al sol sobre bloques de hormigon del muelle pesquero.
Fuegos a la luz de la luna, al son de la música que expiraban
pequeños transistores, tomados sin permiso a nuestros padres.
Rubores, asomando en las mejillas con el primer beso del que creías
tan sólo un buen amigo. Manos entrelazadas con las de tu primer
amor.
Madurez
rodeada de niños que, entre risas y llantos, salpican de agua mi
rostro. Días cargados de salitre mezclados con papillas y caminatas
recogiendo conchas para acallar pequeñas voces chillonas.
Toda
una vida, repleta de distintas emociones y de distintas intensidades.
Pero todas completan un círculo que merece la pena no romper nunca.
Recuerdos,
que siempre mantendrán vivo mi corazón.
Carmen
Franco (Respetar autoría)
Imágenes extraídas de internet
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