¡Maldito
niño!- decía por lo bajo el conductor del autobús, mientras un
niño de unos cinco años y sentado sobre la falda de su madre en el
asiento situado directamente detrás del sufrido chófer, daba
golpecitos con una cuchara en la barra que separaba a ambos.
La
madre, que sonreía y charlaba con la vecina del 5º que también
venía del mercado, subió en la primera parada y su meta era la
última, ¡y el niño con los golpecitos!. Aún quedaban cuatro, ¡y
el niño con los golpecitos!...tres... ¡ y el niño sigue!...dos...
¡tranquilízate Paco que ya queda menos!- musitaba el hombre
enrojecido ya por la desesperación... una,.. ¡por fin!.
La
progenitora del susodicho personajito dijo a la vecina: ¡anda, ya se
me olvidaron los melocotones!, ¿te vuelves conmigo al mercado y así
nos damos otro viajecito en el autobús?, a lo que la vecina asintió
encantada.
Paco,
con las venas de la frente a punto de reventar, bajó del autobús y
tras colocarse en medio de la autovía, dejó que un todo terreno que
iba a más de ciento cuarenta se lo llevara por delante.
Una
nota en el periódico del día siguiente, titulaba: “ El
conductor de un autobús se suicida sin motivo aparente”
Autora: Carmen Franco Sánchez
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