Nació de tez blanca y cabello dorado, los mimos y la ilusión de la niña, tardía después de tanto equipo varonil, no nos permitían ver lo que luego impactó sobre nuestros corazones. Seguía siendo bella y hermosa como la misma naturaleza, pero una cárcel impedía a su voz quebrar el llanto, a sus manos abrazar a sus amigos de algodón, y a sus piernecitas gatear entre flores, y los ojos de los que la observábamos ya no miraban igual. Se había convertido en un ser frágil, casi sin esperanzas de proyectos futuros. Pero existía una persona a la que le daba igual, quería verla crecer, reír, ruborizarse y disfrutar a su manera de lo que la vida le pudiera ofrecer.
María, ahora mujer, Arcángel, ilusionada por lo que los años le van concediendo, ha sido desde siempre dotada de un gran regalo, un servidor para tan ilustre figura, su Ángel.
Joven cuando su hija nació, decidió dedicarse en cuerpo y alma a ella, serían una sola vida, un solo amor, un solo esfuerzo para salir adelante. Ahora en su madurez como persona y como madre sigue velando por esa hija, que le vino como un regalo divino, porque ni las dificultades le restaron ánimo de lucha.
María, mujer, solo tiene un secreto, nunca podrá caminar, pero no importa, tiene un bastón a su derecha que la ayuda a pasear, a viajar y a realizar todas aquellas cosas que, por ser alguien tan especial, necesita.
Ángel, madre, amiga, y enfermera todas las horas del día, ve coartada su libertad íntima pero recibe una libertad mayor, la de amar y servir a alguien como mi querida María.
Ángel, madre, amiga, esposa y… hermana
DEDICADO A MARU Y A MARÍA, CON TODO MI AMOR.
Autora: Carmen Franco (Miembro del Club de Letras de la UCA y de la Revista Literaria Spéculum). Respetar autoría.
Imágenes: extraidas de Internet