martes, 18 de diciembre de 2012

PARA ENCARNA


                                                          OBITUARIO


Querida Encarna:

Hace poco más de un mes quedamos en irnos a desayunar juntas, lo tuvimos que aplazar por motivos de tu salud. Y me he quedado esperando, prometiste que cuando te recuperaras lo celebraríamos reuniéndonos todos los primos, antes de que ningúna otra silla de esa mesa que llevábamos planeando tanto tiempo para rellenar, quedara vacía.
¿Y ahora qué?, ahora es la tuya la que quedará en blanco, ¿donde nos dejas a los que hemos sobrevivido a tu generosidad, humildad, vitalidad, alegría, optimismo y paz?.
Al igual que la tía Isabel (la abuela), te habías convertido en ese totem matriarcal para la familia, sucediéndola a ella.
Tú, de piel timidamente rosada, ojos que hablaban sin voz, manos que abrazaban con solo rozar, y de una calidad moral y humana casi insuperable, Encarna, te fuiste.
Tuvo que irse, alguien la necesitaba más que nosotros, aquellos que creíamos ser los que más la querían. Pero estábamos equivocados, no pertenecía a este mundo, nos la habían prestado para disfrutarla, y llegó el momento en que tuvimos que dejarla volver a su lugar de origen. Así y todo, los más cercanos, los que tuvieron la suerte de despedirse de ella, saben que existió un margen de tiempo en el que no era nuestra ni de Él, su cuerpo postrado sobre la cama, esperaba con flores de nardos sobre el pecho.
 
Esperaba, mientras ese ser encargado de fabricar las alas de los ángeles, terminaba las suyas.
Él no la dejó marchar hasta que estuvieron listas, entónces sí, entonces pudo dejarnos sumidos en el dolor de la ausencia, pero con la alegría de su legado.

Nos enseñó la tolerancia, el amor, la amistad, la fraternidad, pero sobre todo el verdadero significado de la unión familiar. Sus hermanos, sus hermanas políticas, sobrinos, primos y amigos, hemos quedado huérfanos de la mejor de las maestras en la asignatura de los verdaderos valores de la vida.
Algunos años mayor que yo, y desde hacía muchos más, se había convertido para mi, en el ser humano que me hubiera gustado ser, alguien en cuyo epitafio solo podría escribirse una frase:

Los que aquí dejaste recibieron el regalo más hermoso de este mundo, a tí, lo demás no importa nada”

(Imagen extraida de Internet)
Carmen Franco